En Estanque, un pequeño pueblo de Thomazeau en Haití, vive Elta Marxil junto a sus hermanos (Linda y Emerson) y su hijo de tres años Olmickson Norelis.
Su casa no se diferencia mucho de la mayoría del sector: consta de una sola habitación, no tiene paredes, el piso es de tierra y el techo es de aluminio.
Las condiciones de vida tampoco varían demasiado, entre un hogar y otro. La familia de Elta vive hacinada y no cuenta con luz ni agua.
Cuando acceden a comprar agua potable, cocinan en el exterior de la casa, mientras Olmickson, juega junto a otros niños en lakou (patio comunitario).
La vida en Haití transcurre con varios sobresaltos: violencia de guerrillas, escasez de petróleo, desnutrición infantil y un largo etcétera, pero es la normalidad para Olmi, quien, al igual que los otros niños del sector, pasa la mayoría del tiempo al cuidado de las familias que viven alrededor de este espacio de juegos, donde la imaginación de los niños haitianos es la principal protagonista.
Alto al juego
A mediados del 2021, Olmickson pasaba sus días como siempre: rodeado de niños en lakou. Aunque nunca dejó de dibujar una sonrisa en su rostro, su energía decaía conforme avanzaba el tiempo y cada vez estaba más ausente de las jugarretas de sus amigos.
Fue en ese periodo -en mayo- cuando comenzamos a trabajar en el Centro de Salud Integral Ana Du Rousier, en Balan y un mes después, uno de los primeros pacientes que recibimos fue Olmi.
En ese momento el pequeño presentaba una anemia moderada, pesaba 10 kilos y medía 87 centímetros (lo que corresponde a una desnutrición – 2 derivación estándar). Luego de seis meses de tratamiento, Olmi ganó un par de kilos, creció un centímetro y su anemia desapareció.
Aunque al inicio hubo algunos problemas de comunicación con la madre del niño, pues ella no estaba dedicada 100% a su cuidado -comparte esta responsabilidad con su hermano-, con el paso del tiempo y al explicarle en detalle cuál era el objetivo de nuestro programa, la relación fue positiva y el pequeño Olmickson fue aumentando de peso hasta que logramos darlo de alta.
Hoy, Olmi volvió a integrarse al patio comunitario y comparte juegos y sonrisas con sus amigos de Estanque.